domingo, 17 de abril de 2011

MISCELÁNEA DE COSILLAS DE LA INFANCIA

Aunque el experto en juguetitos de la infancia y demás de esta página es José Miguel, pues resulta que, el otro día hablando con los niños de 1ºESO, me dí cuenta de que ahora mismo, los chavales van tirando de consolas de videojuegos desde muy niños. Que si la DS, que si la PSP, la XBox, PS3, Wii... todo electrónico. Yo les explicaba que no me extrañaba que ya no se leyese, dado que si no es la consola, es uno de los 30 canales de TDT, o el tuenti, el MSN, etc, etc... lo que les ocupa el tiempo. Nada de espacio ni para un buen libro o ni tan siquiera para los comics. Cierto es que conocen los personajes tipo Spiderman, Batman, Thor etc, pero solo por los videojuegos o películas sobre ellos, los cómics donde nacieron son ya solamente algo accesorio y que me temo acabarán por desaparecer en cuanto nosotros los ahora treintañeros vayamos pereciendo poco a poco...

Bueno, me estoy andando por las ramas. El propósito de este post es recordar unas cuantas chorradicas que marcaron mi infancia y mis días escolares, allá por los años 80. Esta vez no voy a ser demasiado rompemitos, y me dejaré llevar por la nostalgia...

1- Relojes variados. Ahora los niños tienen móviles desde los 8 años, pero en aquellos tiempos lo más avanzado tecnológicamente que un niño llevaba consigo era su reloj (y bastantes modelos, ya que era muy frecuente que algún quinqui te lo robara acosándote por la calle). Pues bien, hubo unos cuantos modelos que hicieron las delicias de los chavales. El primero de ellos era un utilísimo reloj calculadora con el que esperábamos hacer trampas en los exámenes del colegio. Una lástima que los profesores estuvieran al corriente de tamaña innovación tecnológica...

Sin embargo, había uno más molón y que no respondía a ninguna actividad práctica sino al más puro y duro merchandising relacionado con uno de los juguetes más exitosos de la época. Estoy hablando, cómo no, del reloj transformer, un reloj cuya esfera podía sacarse de la correa y convertirse en robot. De cada uno de nosotros respondía la inclinación ética de nuestro robot: podía ser malo o bueno. Los malos eran aviones (decepticons) y los buenos, coches (autobots). Como un reloj no es ni una cosa ni otra, era deliciosamente ambiguo, y dio pie a unos cuantos jugosos debates filosófico-escolares relativos a la naturaleza del bien y del mal.

2- Los yogures. Supongo que todos nos acordaremos de algo que ha ido poco a poco cayendo en desuso, aunque aún quedan coletazos de esta tendencia: las promociones de los yogures mediante la cual ganabas algún cachivache reuniendo x tapas de yogur. Ahora mismo solamente me acuerdo de un par de ellas.

En pleno éxito de la, a mi entender, mejor serie de dibujos realizada en España, La vuelta al mundo de Willy Fogg, reuní cuatro o cinco tapas de yogur y conseguí lo más molón de toda la serie: el reloj de sol de Tico.


Sin embargo, me llevé una decepción. En la serie, mediante la manipulación de unas esferas del reloj, apuntando al sol se veía una especie de rayo lumínico que te decía la hora y minutos. Cuando me puse a comprobarlo, ni rayo ni nada, sólo se iluminaban un par de números. Así que quedó abandonado en el tambor de detergente Colón donde guardaba los juguetes. En realidad era un llavero que hoy mataría por conservar para guardar mis llaves y fardar con los colegas. Los frikis somos así.

Otra promoción fue aquella de los trucos de magia que venían con un pack de yogures. Entre otras cosas impresionantes, te enseñaban a pinchar un globo sin que explotara o la típica copa que hacía desaparecer una pelotita de plástico que se metiera en ella y que aparece en todos los juegos Magia Borrás. Este era el anuncio que aparecía en las revistas infantiles de Mortadelo o Zipi y Zape:



3- Material Audiovisual. En lo más profundo de la prehistoria digital, cuando sólo había dos cadenas, el Betamax era lo más de lo más, y el Comecocos suponía "el futuro es ahora", los tiernos infantes de la época tuvimos la oportunidad de disponer de un cine en casa, el primer proyector casero de la historia: El Super CinExin. Básicamente era un cacharro con una bombilla y lentes y una manivela que, al accionarla, ponía en movimiento una pequeña película que no era más que una escena de alguna producción clásica de animación. Lo más de lo más era que al darle a la manivela hacia atrás, ¡todos los personajes corrían hacia atrás! Aunque no disponía de audio, lo flipabas con la proyección. ¡Ay, con qué poco nos conformábamos!



A mí me vino con dos cintas: mi preferida, con una escena de los Aristogatos en un granero, y otra con una escena donde Peter Pan agarraba de los bigotes al Capitán Garfio para evitar que cayera en un precipicio. Nunca aumenté la colección, pero las cintas se podían comprar aparte. Seguro que se venden por dinerales en los mercados de coleccionismo.


Muchos cineastas habrán sentido el gusanillo por el cine al disfrutar de este juguete, al igual que muchos músicos lo harían en la música con los organillos aquellos marca Casio (que parece ser era la Sony de la época, los relojes de más arriba eran suyos). Uno creía que era músico cuando ponía las bases rítmicas que llevaba grabadas y pulsaba las teclas iluminadas de las canciones que había en la memoria. ¡Qué emoción se sentía al tocar Jingle Bells o Noche de Paz así, como si nada!


4- El Un, Dos, Tres. Chicho Ibáñez Serrador nos desplumó en cada temporada con los diferentes juguetes que sacaba inspirados en las mascotas de cada una de las temporadas del concurso. De la primera que me acuerdo es de la bota Clotilde y el juguete que sacaron, la Boti-bota. Tan sencillo como se ve en la imagen: metías el pie por el aro, girabas el palo y con el otro pie saltabas la bota que giraba una y otra vez.

Aunque la mascota más famosa fue la calabaza Ruperta, nunca tuve nada basado en ella, pero sí que caí con el Chollo, una especie de capitalista banquero con aspecto de habichuela que sacó un par de juegos de mesa todos relacionados con el dinero (el Monopoly "inspiró" unos cuantos juegos):



Pero este tipo seguía las reglas, el malo era el Antichollo, el tipo que seguramente inspiraría a la legión de emprendedores neoliberales que nos han metido en el follón en que nos encontramos ahora:

La España post-ladrillo

Hay muchísimas más cosas, parezco haber roto la barrera mental que me impedía recordar aquellos juguetes, pero tendrán que esperar a otro post, que realizaré próximamente.

1 comentario:

silvia dijo...

Qué recuerdos!!!!!

A mis 34 años aún conservo el organillo de Casio!!!